* La oración es el medio por el cual pedimos ser escuchados en nuestras necesidades y aflicciones. También es la ocasión para agradecer por lo recibido: el amor, la vida, la salud, el sustento.
* En la meditación nos acercamos al vacío Creador que todo lo llena.
* En la contemplación se encuentra la plenitud de todo lo Creado y lo no creado.
* Y en el silencio absoluto de la mente llegan las Palabras del Maestro que ha esperado, para poder enseñarnos el camino al Origen y causa primera: Dios.
Cualquiera que sea el que se elija con amor, con práctica, devoción y anhelo genuinos, nos conducirán a la presencia no manifiesta del Origen, en donde podremos experimentar: la paz absoluta, el amor incondicional, la seguridad de ser uno con el Creador, estado en el que el temor y la desconfianza desaparecen para convertirse en la certeza de lo que verdaderamente ES.
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Cada día será guiado por nuestro sentir más elevado:
el amor al Creador.
En esta certeza podremos superar las diferencias con los demás, sabiendo que son partes de Mí mismo, en diferentes actuaciones. Así reconocidas, serán aceptadas.
No habrán juicios para nadie, sino compasión y comprensión.
En esta aceptación, la humanidad se reconcilia en un solo cuerpo con el Planeta y todo cuanto ha sido Creado en él: en una red que abarca a todo ser viviente y a todo elemento que los sustenta.
El amor y el respeto, unirán a todas las razas, religiones, y diferencias en un gran cuerpo, participe del destino del Planeta primero y después del Universo entero.
El despertar de la conciencia nos hará seres responsables en la Cocreación Divina.
Seremos parte de la Mente Universal: fuente de todo lo manifiesto y no manifiesto.
Es por esta razón que el tiempo actual apremia al ser humano a tomar conciencia de la gran responsabilidad que implica SER humano:
Dios mismo habitando en cada uno:
Para que nuestra actuación con nuestros congéneres, la Naturaleza, los elementos que conforman la Tierra y todo lo Creado (manifiesto y no), sean renovados mediante el SER A IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS, que habita en el humano, es decir, Dios mismo en cada uno de nosotros.
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